Nos levantamos tempranísimo, ya que el vuelo salía a las 7 de la mañana, pero el madrugón fue improductivo porque tuvimos que esperar más de 2 horas debido a la niebla que había en Iguazú.
El rafting fue muy bien, aunque deberían de cambiar el nombre de rafting por el de baño en el rio con chaleco y casco. Si bien, al principio, mis compis estaban un poco asustados (yo no ya que sabía que mi tía Aurori lo había hecho antes y me tranquilizó mucho saber que ella no me había dicho nada de que fuera peligroso) ya que la parte del rio desde donde comienza el rafting-baño baja el agua con mucha fuerza, nada más terminar los primeros 500m de un recorrido de 4 km, el agua baja totalmente tranquila, por lo que nos metimos en el agua y fue un baño de lo más agradable y en un marco excepcional.
Al terminar nos fuimos a unos miradores donde pudimos ver las siguientes imágenes, no coment.
Al día siguiente nos fuimos hacia la parte Argentina del parque (en seguida uno se da cuenta del cambio, y no es por el cambio de idioma o de bandera, sino porque ves a todo el mundo bebiendo mate), dónde nos pareció más bonito aún el parque, ya que los miradores están más cerca de las cascadas, incluso en la más grande, dónde el sonido del agua es brutal, y uno se queda completamente empapado por el agua que salpica desde las cascadas.
Otra cosa muy bonita de la parte argentina, es que se veían más mariposas, todas increíbles y en una cantidad que parecían que venían “a granel”, y más Coatíes, que los cabrones se les ven muy majetes, pero son tipo el oso Yogi y roban mogollón de comida, encima si te muerden, te pueden trasmitir la rabia. Una historia curiosa de estos animalejos es que desde que se visita el parque, han aumentado muchísimo en número y sufren de obesidad, ya que les pirra las bolsas de patatas y chucherías.
Y bueno, os preguntaréis que cómo no pongo más fotos y escribo menos, pues que aquí, el espabilao, perdió la cámara justo el día que nos volvíamos de Iguazú y no sólo eso, os comento la jugada:
Estábamos Raúl, Sandro y yo aprovechando la última hora en el parque, justo tras terminar nuestro viaje en barco por debajo de las cataratas (si si te meten debajo de las cataratas) y cuando salíamos nos hicieron una encuesta y allí encima de la mesa deje la cámara, pero eso no es todo, ya que cómo quedaba una hora hasta que viniera nuestro guía decidimos tomarnos una cerveza Quilmes en el lado argentino (no sabía que había perdido la cámara) y allí nos quedamos hasta que fue la hora de irnos hacia la puerta del parque, donde nos esperaba el guía, en ese momento me di cuenta de la pérdida, pero nada, me dieron una dirección de objetos perdidos de la que no tengo noticias hasta la fecha, luego, salimos echando leches hacia el aeropuerto de Foz (parte brasileña) ya que Sandro tenía el avión para Sao Paulo, pero lo perdió, ¿porqué? Porque nos habíamos fiado todo el tiempo de la hora de su móvil que, sin que nos diéramos cuenta se había cambiado de hora automáticamente a la hora argentina, (1 hora menos) y cómo nuestro guía era el hombre tranquilo no nos dijo nada y estuvo esperando una hora en el punto de encuentro mientras nosotros tres gilipollas nos estábamos bebiendo una Quilmes tan ricamente y perdía mi cámara, por lo que llegamos al aeropuerto justo cuando cerraron la puerta de embarque.
Y nada, al final Sandro se pilló la vuelta con nosotros al día siguiente y se vino a nuestro hotel de extranjis, y así acabo la segunda parte del viaje a Brasil.
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